Cuando Soria cayó a nadie le extrañó. Todo el mundo sabía que el ya ex candidato al puesto de director ejecutivo en el Banco Mundial no aguantaría la presión. Y entonces dimitió, claro que dimitió. Dimitió a cambio de una condición. Aquella que obraría el silencio y que meses más tarde acabaría en esa inesperada y sorprendente -para él-, pero muy precisa y calculada -para el traidor-, detonación. Desde el caso Bárcenas, ni un solo chivo expiatorio había resultado ser tan barato para la organización.

“Entre la pena y la nada, elijo la pena”. Tal vez ninguna otra frase lo resuma, ahora, con la perspectiva del tiempo, mejor. Porque lo que el 2 de septiembre llevaba camino de ser la nada, el arte político lo iba a transformar, en última instancia, en el todo. O por lo menos la pena; mucho mejor un gobierno, aunque en funciones, que demuestra terca y exuberantemente su capacidad de gestión y dirección, que un partido cuyo candidato a la presidencia del gobierno abandona, expulsado a patadas, el pleno de la sesión, luciendo el auténtico y patético rostro del perdedor.

Sean las mencionadas, buenas o malas artes, es algo que deberá ser objeto de otra discusión. Pero lo que al margen de ello resulta finalmente evidente es la capacidad de supervivencia y de auto regeneración -la única real hasta el momento- que demuestra poseer una organización que en los últimos tiempos está siendo capaz incluso de engordar con la cebada que ella misma se encarga de suministrar en los abrevaderos de la oposición.

Nada se está pues llevando a cabo mejor en España que la estrategia de una organización por no sucumbir y perder el control político de una administración pública que nunca ha parecido estar menos interesada en el verdadero bienestar de su sociedad. La negativa a reconocer la legitimidad de un gobierno alternativo, además de la constante alusión a la inevitabilidad de unas terceras elecciones en el caso de que resulte imposible la extensión de “su” gobierno durante cuatro años más, dibujan dos sombras verdaderamente siniestras en el pintoresco y embustero panorama mediático actual.