La misma complejidad mental que experimenta todo hijo de vecino que elige al alcalde cuando pretende distinguir conceptualmente una variación estadística de una combinación y/o una permutación, es también aquella complejidad que se activa irremediablemente en el neo córtex de quienes pretenden asomarse a la realidad asistiendo a una exposición magistral de anuncios de publicidad.

En palabras que se entiendan: el vestuario de disfraces mediáticos es tan variado, rico y excepcional, que el cuerpo desnudo y ultra sepultado de la verdad no puede ser visto en la actualidad más que por aquellos vecinos con una extraordinaria capacidad para intuir o imaginar las inaccesibles formas de la realidad. Realidades únicas, ocultas, casi siempre situadas en un doble fondo que se halla detrás.

Dicho lo cual, diremos otra vez “cual”. Por ejemplo, que el presidente de una comunidad que un día es un héroe autonómico -aunque a todo “héroe” le vista mucho mejor el apelativo “nacional”- al siguiente ocurra que no pueda ser más que un sucio villano cuyas relaciones interpersonales se entremezclan con el narcotráfico y la mafia. ¿Y qué es, fue o será en realidad? ¡Ah! La misma duda existencial que uno hace tiempo se pudo plantear cuando la figura de quien encarnaba al mejor ministro de Economía de la democracia actual, resultara ser la de un estafador mayúsculo cuya cabeza siempre será, ya eternamente, presionada para que pueda acceder con mayor comodidad al interior del coche policial.

Todo es cuestión de variaciones, combinaciones, permutaciones. Aunque nadie las entienda. Aunque todo el mundo tenga una explicación para ellas y el hijo de ningún vecino que elige al alcalde también o tampoco. Sea esto una buena o una mala combinación. Un concurso público o un cargo de libre designación. Un miembro del gobierno objeto de un procedimiento de imputación o de una mera investigación. Suceda que pueda ser o no el azar el que nos diga cuál será la realidad que nos veremos obligados a adoptar como verdad.