Hace unos días se dio por «conmemorado» el aniversario -10 años- del alumbramiento de la formación política Podemos. Aprovechando esta circunstancia, me parece apropiado recuperar por aquí este artículo de 2015, que ya recogía algunas de las contradicciones que nos tocaron vivir.
La victoria y la derrota del Sr Klamm
Si por algo he sido especialmente seducido este verano, tengo que decepcionar a todo el mundo reconociendo que ha sido por la lectura de El Castillo de Franz Kafka, un libro que abandoné en sus primeras páginas hace ahora unos diez años, reconozco que equivocadamente.
Y como sucede cuando se toman incomprensibles decisiones vitales -como convertirse en divertido o sufrido espectador del personaje principal de las historias de Kafka, un tal K.-, el influjo del que uno queda irremisiblemente imbuido ofrece una particular habilidad para detectar todo aquello que pueda ser mentira y al mismo tiempo verdad. (Tal vez la causa última de la constante búsqueda por parte de K., en la trama argumental de El Castillo, de un escurridizo señor Klamm, alto funcionario de sus dependencias y a quien siempre resulta imposible contactar y localizar para esclarecer definitivamente la contratación de los servicios de K. como agrimensor).
Me vienen estas reflexiones a la mente cuando observo que los erráticos acontecimientos que están teniendo lugar en Grecia son interpretados tanto en clave de victoria como de derrota, defendiendo unos que el anuncio de la próximas elecciones griegas es el fin de los ánimos y reivindicaciones reformistas contra la austeridad en Europa, y manteniendo otros que dicho anuncio supone el reinicio de un nuevo movimiento colectivo al que se irán sumando progresiva y paulatinamente otros estados europeos. Las diferentes posturas y enfoques que se están constantemente conociendo a este respecto es algo que no obstante, y a estas alturas, todos deberíamos aceptar, pues la verdad, al igual que la mentira, ni se induce, ni se deduce: se produce.
«Ustedes con su voto decidirán si negociamos bien o no», constituye la última pregunta de Tsipras tras su dimisión. Que significa lo mismo que interpelar: «Ustedes decidirán si todo aquello fue mentira o verdad», o «Ustedes decidirán si la firma del tercer rescate NO fue una derrota, sino una victoria en realidad». Antes, hace unos meses ya, hubo otra pregunta que revistió forma de referéndum y fue interpretada o sugerida desde algunos sectores como una reválida sobre la pertenencia de Grecia a la Zona euro. Lo sorprendente fue que cuando -de forma no tan asombrosa, sino en cierta parte consecuentemente lógica- el pronunciamiento de la ciudadanía griega confirmó que respaldaría a su relativamente nuevo gobierno electo incluso en todas aquellas consecuencias que se pudieran derivar de la defensa de una negociación con la troika caracterizada por unas líneas rojas que bajo ningún concepto se fueran a traspasar, la sucesión posterior de los acontecimientos -la dimisión del Ministro de Finanzas griego Yanis Varufakis, la aceptación final de un rescate con medidas más contundentes de austeridad, etc…- hizo caer a gran parte de la sociedad griega en una especie de absurdo y vacío existencial, que metafóricamente rememoraba la gran dificultad que le entrañaba a K. localizar en El Castillo al señor Klamm, a quien sólo durante unos instantes logró llegar a espiar, si bien como nadie conocía su aspecto real, resultaba imposible aseverar que tras la mirilla de la puerta fuera él quien se encontraba en realidad.
Al hilo de estos pensamientos se me ocurre también que quizás fuese más fácil invertir la dirección de la última y reciente pregunta que se pretende formular en Grecia y que fuese el propio Tsipras quien decidiera si negoció bien o no. De este modo, por su reciente dimisión podría esperarse como respuesta un «no». Pero si reparamos en su pretensión para optar a la reelección se deduce que su respuesta es en última instancia «SÍ», y todo resulta de nuevo otra vez enmarañado, incluso si cabe todavía un poco más.
No, tampoco parece ser éste un camino por el que resulte más sencillo transitar. De hecho, y pensándolo bien, me parece que en los recorridos propuestos por Kafka a lo largo y ancho de la aldea que rodeaba El Castillo había en los despachos del alcalde y los secretarios y subsecretarios menos burocracia, recursos, expedientes y cantidad de papeles de lo normal. De verdad. Lo raro, lo difícil, lo extraño y lo extravagante es lo simple, lo unívoco, la unidad. En su búsqueda se encuentra la razón por la que, a pesar de todo, este desconcertante viaje nos consigue a todos fascinar.