Unos superávits comerciales situados por encima del 6% del PIB y valorados en más de 100.000 millones de euros desde el año 2007 tienen la culpa de que Alemania se encuentre ahora mismo en el punto de mira de los máximos responsables de la economía europea.
Hace unos días, el vicepresidente de la Comisión Europea (CE), Olli Rehn, publicó en su blog un artículo titulado “Turning Germany’s surplus into a win-win for the eurozone”, lo que traducido al castellano vendría a significar algo así como “Transformando el superávit de Alemania en una circunstancia beneficiosa para la economía de la Eurozona”.
En resumen, el vicepresidente de la CE recordaba que en los últimos años los resultados de las balanzas comerciales del conjunto de las economías de la Zona euro habían puesto de manifiesto importantes desequilibrios macroeconómicos que afectaban al desarrollo equilibrado de la Eurozona en conjunto.
Tal y como ya se publicó también en este blog de economía en su momento, el superávit de Alemania en el ejercicio 2012 (186.678 millones de euros) estuvo a punto de cuadruplicar el segundo mejor resultado comunitario en dicho ejercicio (Holanda con 50.204 millones de euros). Este y otros datos constituyeron claros indicadores de contraste entre las balanzas comerciales de los distintos países de la Eurozona.
En España y otras economías europeas profundamente afectadas por la crisis en los últimos años, una de las “recetas” que más recurrentemente se pusieron sobre la mesa para estimular la producción nacional tenía como ingrediente principal el sector exterior; el dogma consistía en que había que esforzarse por mejorar la capacidad competitiva en el mercado internacional. En definitiva, había que tender hacia el modelo alemán.
Pero ahora, sin embargo, resulta que Alemania lo ha estado haciendo demasiado bien. Tan demasiado bien, que se le va a empezar a proponer que se dedique también a sentar las bases que le permitan a sus socios europeos crecer. Menos competitividad y más equilibrio inter-territorial.
Sí, bonito es, pero volvamos a mirar el gráfico inicial. ¿No reconocía el propio Olli Rehn que los desajustes venían produciéndose no sólo desde el año 2007, sino incluso desde el año 2005 ó 2006?
¿Qué es lo que ha cambiado ahora para que Alemania haya recibido un toque de atención por hacer lo mismo que hacía en el 2006, o dicho de otra forma, por hacer aquello que se supone que está bien, aquello por lo que la economía española, griega, portuguesa o francesa suspiran por poder hacer?
Sin duda, no parecen ser de índole económica, exclusivamente, las razones por las que ahora parece no interesar que la libre competitividad internacional sea el motor principal que, al menos, en Europa, determine el progreso de cada nación de forma individual.
O sí.