No le quepa a usted la más mínima duda de que el próximo gobierno de España tendrá una composición progresista. Los integrantes del 1% serán despreocupadamente egoístas, pero nunca gilipollas. De manera que ahora será el ala izquierdista quien vaya a realizar su particular gran contribución a la nación. Muy distinta de la realizada por el gobierno anterior, sí, pero una nueva gran contribución a la nación, al fin y al cabo. Y precisamente por ello, será un verdadero placer contemplar a rastas y hippies, en lugar de pijos y tiburones, encajar la tradicionalmente cariñosa -y al mismo tiempo violenta- palmadita en la espalda.

Este vaivén de la democracia llega a tiempo, a tiempo de que no sea demasiado tarde, y de que el 99% pueda volver a respirar una atmósfera de mayor calidad. Como por ejemplo en Madrid. Es verdad que todavía habrá que esperar un poco más y que extravagantes resistencias brotarán cual aparición fantasmal. Pero a nadie mínimamente inteligente le sorprenderán, pues no serán sino burdas pataletas dadas fuera de todo lugar por quien sigue sin aceptar que ya no hay objetivo que superar.

Prueba de ello lo constituye que ni siquiera el Fondo Monetario Internacional ha mostrado durante el actual periodo de transición una sola señal de desaprobación y sigue respaldando y prediciendo viento a favor en el PIB español. Y Europa tampoco se opone porque sabe tan bien como el propio FMI que todos y cada uno de nosotros seguiremos meciéndonos plácidamente en este dulce y envolvente vaivén.

Que vayamos a poder disfrutar de una nueva etapa de progreso social no sería ninguna novedad. Que vayamos a dar por cerrado un periodo de retrocesión brutal tampoco lo es. Lo únicamente realmente novedoso lo constituye el calibre que la cura deberá alcanzar para sanar una mordedura casi mortal.