Artículo escrito por Helena Niño
¡Bienvenidos al 2014! donde por fin se cumplen los consabidos pronósticos de la nueva Era Digital (en la que nos metimos de lleno con el cambio de siglo) y en la que ya es un hecho irrefutable que la tecnología es el bastón en el que se apoya el gigante de la economía mundial.
Como decíamos en uno de los interesantísimos post con los que hemos abierto el año (Las 20 mayores empresas del mundo en valor bursátil) son las empresas de desarrollo tecnológico las que se reparten el pastel de las milmillonarias cotizaciones en bolsa (Apple, Google o Microsoft) y ese patrón marcado por el éxito, lejos de agotarse, se repite una y otra vez.
Y es que no hay que ser un Sherlock Holmes de la BBC para darse cuenta de que el mundo se derrite ante la tímida mirada de cualquier joven genio que se esconda tras unas Google Glass y que haga de la informática su bastión y del chándal su bandera.
Esos mismos, que todo lo que tocan lo convierten en bitcoins y que con tan sólo un pestañeo la NASDAQ estornuda y el IBEX se resfría.
Gente como Mark Zuckerberg (creador de Facebook), Jack Dorsey (creador de Twitter), Sergey Brin y Larry Page (fundadores de Google) o incluso talentos patrios reconocidos por el MIT como los CEOs más prometedores de España como Javier Agüera (creador de GeeksPhone, primer fabricante español de teléfonos inteligentes), Pau García Milá (creador de eyeOS, sistema operativo que unifica los entornos de trabajo) o Pep Gómez (creador de Fever, aplicación para teléfonos móviles orientada a gestionar el ocio en una ciudad y al que ya se conoce como el Steve Jobs de Castellón) y que no son más que la punta del iceberg de la nueva generación de startups españoles, que “haberlos haylos” por mucho que recorten en educación y que las ayudas a los emprendedores estén bajo mínimos aun cuando el paro juvenil ronda el 60%.
Está claro que las nuevas tecnologías están teniendo un altísimo impacto en la sociedad por mucho que se empeñen en sumirnos en la oscuridad digital a base de tarifazos eléctricos. Y comprobamos que, según el informe de la OBS (Online Business School) Uso de las Tecnologías de Información y Comunicación en los hogares, en el año 2012 el 67,9% de los hogares españoles tenían acceso a Internet (el 4% más que el año anterior), que el 70% de los españoles se conectaban a diario o casi a diario desde cualquier dispositivo, que el 95,9% de los hogares poseían al menos un teléfono móvil y que, además, de éstos el 81% fueron Smartphone (casi 4 millones de teléfonos inteligentes, que dan fuerza a la teoría de que una ardilla podría cruzar España saltando de Smartphone en Smartphone sin pisar el suelo).
Habrá que ver qué luz arroja el análisis del año que acabamos de terminar, pero basándonos en la tendencia de los datos de estos últimos años, podemos adelantar que seguirá aumentando la influencia de la tecnología sobre nuestras vidas.
¿La pega? Que aunque la evolución sea muy positiva seguiremos estando a años luz de otros países europeos como Islandia, Noruega, Suiza, Holanda o Dinamarca donde el número de usuarios de Internet se sitúa por encima del 93% o de países como Suecia, Países Bajos o Luxemburgo donde el porcentaje de usuarios de equipos informáticos sobrepasa el 90%.
Estos datos no hacen otra cosa que confirmar que los países que actualmente están viviendo crisis culturales (y no miro a nadie) sufren mayor apertura de la brecha digital.
Y es que los gobiernos no deberían perder de vista que la clave del poder tecnológico es su carácter críptico y que al contrario que otros soportes de la economía, su conocimiento y desarrollo no es algo obvio que se pueda reproducir con un vistazo inocente a alguna patente despistada que nos encontremos por ahí, por lo que liderar el mercado o simplemente formar parte él, requiere unos conocimientos técnicos bastante altos que contrastan con la actual desgana del gobierno en invertir en I+D+i y que nos está llevando a la mayor pérdida de matrículas en ingenierías y carreras técnicas desde el comienzo de la crisis.
Este empobrecimiento cultural y sistemático nos somete a los caprichos del mercado condenándonos a seguir calentado banquillo y estar siempre al final de una cola, ya sea la cola del paro, la de la inversión en educación, la de la lista de la OCDE o la de la corrupción.
Hay que tener presente que la tecnocratización de la sociedad es un bien de Patrimonio Universal y que nos devuelve cualquier inversión que realicemos en ella multiplicada por un Tera.
Un ejemplo de cómo internet enriquece nuestras vidas es Arduino. Quizás suene a protagonista del Hobbit, pero nada más lejos de la realidad. Su nombre procede del bar al que solía ir Massimo Banzi, uno de sus cofundadores junto con el colombiano Hernando Barragán y el zaragozano David Cuartielles (quien además de compatriota, es un auténtico divulgador de la filosofía de la cultura libre en internet).
Se trata de una plataforma de hardware libre utilizada, en un principio, para proyectos de Computación Física y sistemas embebidos y que a día de hoy se ha convertido en el máximo exponente del DIY electrónico al globalizar su venta.
Nació como entorno docente para que los estudiantes de ingenierías tuviesen acceso a hardware barato que además fuese compatible con la mayoría de los softwares de uso común. Así se puede programar en Processing/Wiring, lenguaje C e incluso directamente en Java.
Es una de las comunidades de internet que más adeptos está ganando y que está sentando las bases de una nueva religión aconfesional que rinde culto al infinito (su logotipo) y que representa, más que acertadamente, la infinita posibilidad de crear que ofrecen sus placas y su microcontrolador.
No sólo resultan muy atractivos sus precios (hay placas que rondan los 20€) sino que además su versatilidad y su increíblemente amplia videoteca (en YouTube y en casi cualquier canal) de trabajadísimas masterclass subidas por usuarios explicando cómo hacer una impresora en 3D, un ordenador portátil o una consola de videojuegos (recomendadísima la web de arduteka) hacen las delicias de cualquier apasionado de la tecnología y al bricolaje digital.
Por lo que, en suma, es una herramienta fundamental para (ahora que los recortes en cualquier tipo de educación están tan de moda) ayudarnos a reducir esa distancia que está surgiendo entre España y otros países donde el impulso a la I+D+i les viene de fábrica y más aún, para todos aquellos países que están por debajo del umbral tecnológico (con menos de un 20% de penetración de Internet) donde, por desgracia, se encuentran la mayoría de países latinoamericanos, asiáticos o del continente africano.
Para ellos, la aparición de una tecnología barata, de fácil y libre acceso y desarrollo, sin cargas de patentes y con códigos de programación abiertos y disponibles para todo aquel que los quiera reproducir, sin duda marcará un antes y un después que contribuirá a construir un sólido puente que les ayude a salvar la dichosa brecha digital.
¡Larga vida al Open Source!