España tiene en 2015 más paro estructural que en 2011. Entendiendo por paro estructural la cantidad de personas en situación de desempleo por un tiempo superior al año. Las cifras más recientemente publicadas por la Encuesta de Población Activa no dejan lugar a dudas. En el tercer trimestre de 2015 la cifra de paro estructural se eleva hasta los 2,9 millones de personas. Un 22,2% más que hace cuatro años, o medio millón de personas por encima del dato referente al tercer trimestre de 2011. Muy exitoso.

La cuestión no queda ahí. La comparativa con el punto de partida “oficial” de la crisis económica -tercer trimestre de 2007- es mucho peor. Entonces, la cuantía de parados por un tiempo superior a un año de duración no alcanzaba -precisamente- el medio millón de personas. En consecuencia, el paro estructural actual se encuentra un 641% por encima del que existía por aquel feliz año 2007. Afirmar ante esta evidencia que España ha salido de la crisis es tener mucha desfachatez.

Que una economía como la española registre cerca de tres millones de personas en situación de desempleo crónico constituye un indicador inequívoco de que existe un problema económico de carácter estructural muy grave. Significa, por lo tanto, que los poderes públicos han sido o bien negligentes o bien ineficaces ante la responsabilidad de abordar un contexto que requería soluciones de consecución si no inminentes, sí, al menos, cortoplacistas.

Se puede sufrir una crisis. Sí. Pero no una calamidad perpetua. Con frecuencia estimamos que el tiempo, efectivamente, es oro. Por consiguiente, la pregunta es, ¿para quién lo ha sido durante estos últimos años? Los acontecimientos, sin embargo, continúan. No se detienen. Y dejarlos transcurrir por la tramposa senda de “recuperación» actual evidentemente no es la solución.