Llega un momento en nuestra vida en la que tenemos que empezar a manejar nuestra propia economía, y parece que hasta que no dejamos de estudiar y tenemos nuestro primer trabajo “serio” no nos damos cuenta de la responsabilidad que conlleva. Al cobrar nuestra primera nómina comienza nuestro periodo de independencia económica, lo cual supone nuevas responsabilidades. Entre ellas, controlar nuestras entradas y salidas de dinero para no endeudarnos e intentar llegar a final de mes con superávit. Para ello, no debemos olvidar dos reglas de oro: gastar menos de lo que se ingresa y ahorrar o invertir lo ahorrado.

Es necesario abrir una cuenta bancaria a nuestro nombre para domiciliar la nómina (si aún no la tenemos). Las cuentas a la vista son el soporte para centralizar operaciones habituales, como el ingreso de nóminas y el pago de recibos. Dichas cuentas son muy fáciles de utilizar, ya que nos permiten ingresar o retirar dinero en cualquier momento y nos dan la opción de asociar una tarjeta de crédito sin cambiar de banco. La mayoría de bancos o entidades de crédito ofrecen ventajas particulares si domiciliamos la nómina, como: tarjetas gratis, seguros de hogar o préstamos personales con condiciones favorables. También, a la hora de abrir una cuenta, es muy recomendable visitar varias entidades financieras para ver cuál es la que más se ajusta a nuestras necesidades e intentar obtener la mejor oferta posible.

Respecto a las tarjetas de crédito cabe decir que su correcto uso permite planificar, aplazar los pagos y acceder a un crédito a corto plazo sin tener que realizar ningún trámite. Pero la inexperiencia, o la mala utilización de éstas, puede llevarnos al endeudamiento y a carecer de fondos suficientes para hacer frente a las deudas. Por ello, es aconsejable llevar los pagos al día para no incurrir en gastos innecesarios.

Cuando empezamos a tener ingresos propios las posibilidades de gastar que ofrece el mercado son ilimitadas: viajes, tecnología, medio de transporte propio, etcétera. Debemos disfrutar del dinero que ganamos con nuestro esfuerzo, siempre y cuando ajustemos nuestro estilo de vida al presupuesto del que disponemos. El objetivo debe ser que nuestros ingresos cubran todos nuestros gastos y, si es posible, destinar una parte al ahorro.