La población activa de la economía española ascendió a 23 millones de personas en el cuarto trimestre de 2014, cifra muy similar a la registrada siete años antes, justo al comienzo de la famosa crisis financiera internacional; 22,7 millones de personas. ¿Podría indicarse, por consiguiente, que la población activa no experimentó a lo largo de la Gran Recesión ningún gran cambio de composición? Pues no. Rotundamente no.

Las poblaciones activas de España correspondientes a 2007 y 2014 son particularmente distintas cuando se analizan desagregadamente por tramos de edades, algo que puede constatarse en el primero de los gráficos publicados; la relativa a todos los grupos de edades comprendidos entre los 16 y los 34 años de edad descendió en el periodo de los últimos siete años, mientras que, por el contrario, la correspondiente al conjunto de los tramos de edades comprendidos entre los 35 y los 64 años aumentó significativamente de 2007 a 2014.

Variación Población Activa 2007-2014. España

Cabe inferir, una vez más en este blog sobre economía, un funcionamiento perverso de nuestro mercado laboral, cuando a partir de la información visualizada en el segundo de los gráficos, se concluye que el vertiginoso y radical descenso de la población vinculada a los menores tramos de edad -que debería originar una hipotética caída en la competitividad por el acceso a uno de los escasos puestos del mercado laboral- no ha logrado reducir sus, ya de partida, elevadísimas tasas de paro. Al contrario: las ha elevado desde el 31,1% en 2007 hasta el 67,3% en 2014, para el tramo de edad de entre 16 y 19 años, por poner uno de los ejemplos.

Y tampoco es un síntoma de revitalización apreciar el progresivo aumento del envejecimiento de la población en actitud y disposición de trabajar, de hasta el 37,1% en el tramo de entre 55 y 59 años de edad, un tramo cuya tasa de paro también se ha disparado, precisamente porque partía de una cifra irrelevante o menor, un 6,5%, y ha terminado siendo más de tres veces superior, el 21,4%. Pregúntense ahora ustedes, si lo desean, qué logros cabe esperar de una economía que obliga a su población más envejecida a seguir activa en el mercado laboral -incluso más allá de los 65 años de edad-, condenando al mismo tiempo a sus jóvenes a emigrar, estudiar o a encontrar un millón de razones por las que no chocar violentamente contra el actualmente inexpugnable muro laboral.