Ni vuestra sucia economía, ni vuestras míseras trampas dialécticas. Por no hablar de vuestro vergonzosamente ruin discurso manipulador, el más demagógico de cuantos en el mundo existen. Porque ya nadie cree -ni creerá jamás- en vuestro pretendido monopolio sobre la excelencia en la gestión económica, evidentemente otra de las más repugnantes e infinitas mentiras que tan solo auténticos villanos, arruinadores, tramposos y gorrones de medio pelo como vosotros se siguen atreviendo, hoy en día, a formular.
Nadie quiere vuestra sucia economía, ni tampoco vuestro aparentemente fiable por engalanado aspecto. Porque nadie quiere ya seguir volviendo a escuchar vuestro traidor tono paternal, siempre con un chuchillo escondido detrás. Y, por supuesto, nadie os volverá nunca jamás a reclamar ni una sola de vuestras limosnas, ni una sola de vuestras venenosas felicitaciones por el conjunto de esfuerzos que con suma crueldad hicisteis realizar.
Nadie quiere vuestra sucia economía y, además, tampoco estará ya nadie dispuesto a soportar vuestro productivo contubernio ni un minuto más. Porque vuestros cobardes y ocultos refugios patrimoniales ubicados en cualquier mierda de lugar -a los que tan solo se os permite acudir si la suma infinita de traiciones que infligís alcanza la debida rentabilidad- ya no volverá a ser jamás vuestra exacta y sanguinolenta limosna particular.
Nadie quiere vuestra sucia economía, porque ha sido siempre, y siempre lo será, exclusivamente vuestra, de absolutamente nadie más. Nadie que no sepa que para encubrir esta verdad existe toda mierda de lugar, todo tono paternal, toda felicitación por el esfuerzo a realizar o, en definitiva, toda la demagogia que uno pueda imaginar, quiere esta sucia economía. O sea; nadie.