Quiero comentar una. Centrándome en unas de las introductorias líneas del artículo “¿Por qué los jóvenes vivirán peor que sus padres?”, publicado recientemente en el periódico El País. No me pareció relevante continuar leyendo.

Huelga decir que todo se reduce a provocar el enésimo enfrentamiento entre distintos segmentos de la sociedad. En esta ocasión, dividiendo los intereses de los jóvenes y los mayores, como resulta obvio concluir a partir del propio titular. Y, “¿por qué?”, os preguntaréis. La respuesta pivota sobre un elemento crucial: pensiones.

Antes de nada, me gustaría recordar que la opinión pública mayoritaria es producto, en términos generales, de la persuasión. La persuasión es una técnica de comunicación orientada a influir y modelar las creencias, opiniones, valores, etcétera, normalmente con fines espurios. En el ejemplo en el que me quiero centrar la persuasión se dirige a enarbolar la ira de los que el marco conceptual ortodoxo señala como «soportadores» del sistema público de pensiones, es decir, los trabajadores.

Pero lo hace de una manera perversa, caracterizando los segmentos de población joven como únicos financiadores de las pensiones. Como sabréis esto no es del todo cierto. Y tampoco ha sido un despiste. Todo el mundo sabe que los trabajadores de mayor edad, aquellos de 40, 50 o 60 años, son precisamente los que más contribuyen a la Seguridad Social.

Por esta y otra serie de razones voy a transcribir unas breves y mínimas líneas del artículo indicado al principio, y es que me parece importante desvelar el exponencial número de técnicas de manipulación ideológica detectadas por metro cuadrado de superficie lingüística.

“Atravesamos tiempos de inequidad. En los salarios, en la riqueza, en el mercado laboral, en la educación, en el hogar; en la existencia. Una desigualdad que hiende dos generaciones. Los jóvenes frente a los mayores. Diríase que el pacto generacional, que durante décadas conectó a ambos grupos, está entretejido hoy por hilos de seda. Los jóvenes, y sus bajos salarios, están haciendo un esfuerzo inmenso por sostener a 8,7 millones de pensionistas que cobran 9,6 millones de pensiones. Esta es la tarea que, como Sísifo, 4,7 millones de chicos y chicas de hasta 34 años repiten día tras día desde antes de la Gran Recesión.”

Voy a ir al grano. La primera técnica consiste en emplear términos amplia y fácilmente aceptados, interpretados y validados por la sociedad,  como “inequidad” o “desigualdad”, para insertar como un ejemplo válido más de los mismos -y con carácter no sólo válido sino paradigmático- el vinculado a la edad.

No es casual tampoco, en segundo lugar, el uso de la palabra «frente» en la frase «los jóvenes frente a los mayores», dejando de lado cualquier tipo de complejo para introducir con carácter oficial la disputa entre ambos bandos.

En tercer lugar, el uso de la expresión «hilo de seda» busca resquebrajar la clásica e histórica solidaridad intergeneracional en el asunto de las pensiones, para deteriorar el sólido apoyo tradicional otorgado por parte de todas las capas sociales al movimiento reivindicativo de prestaciones públicas dignas.

En cuarto lugar, introducción de elementos de dramatización y paroxismo al estilo de los buenos comerciales dedicados al mundo de las finanzas, señalando que los jóvenes están haciendo un «esfuerzo inmenso», para perpetuar una desigualdad injusta, claro está.

Quinto; se intenta manipular la opinión pública detallando que existen más pensiones que pensionistas, cuando todo el mundo sabe que la cuantía máxima a percibir está topada y que los importes acumulativos de varias pensiones encuentran un techo.

Sexto y voy terminando; todo el comentario anterior se envuelve en un tono de falsa conmiseración hacia los jóvenes al calificarlos de «chicos» y «chicas» incluso hasta los 34 años de edad.

Y final apoteósico tratando de equiparar la situación de los jóvenes trabajadores a una condena eterna, la consistente en aportar cotizaciones a cuenta de pensionistas, una y otra y otra y otra vez, de manera permanente –día tras día desde antes de la Gran Recesión– tal cual estuviesen experimentando con insoportable crudeza e injusticia el mito de Sísifo.

Esto es todo. Esta era una de las pequeñas y terribles historias de persuasión que os quería contar. Buenas noches.