La deuda externa neta es la variable financiera que mide las obligaciones de pago tanto del sector público como del sector privado de un determinado país frente al exterior -toda vez deducidos los derechos de cobro asimismo poseídos frente al resto del mundo-.

Por consiguiente, la deuda externa neta de un país suele consignarse con valor positivo siempre y cuando las obligaciones de pago sean superiores a los derechos de cobro y, al contrario, con valor negativo si el conjunto de los derechos de cobro es superior a las obligaciones de pago.

La terminología “activos y pasivos financieros” externos también suele emplearse en todo lo relacionado con la variable “deuda externa” -siendo conceptualmente lo mismo que lo anteriormente expuesto-, mientras que la “Posición de Inversión Internacional Neta” es otra de las variables financieras que aluden a lo indicado.

No conviene por lo tanto confundir “deuda externa bruta” con “deuda externa neta” puesto que la primera solo hace alusión a las obligaciones de pago frente al exterior, sin entrar a considerar los activos poseídos frente al resto del mundo. De esta manera una determinada economía mundial puede acumular una deuda externa bruta representativa del 130% de su PIB, y sin embargo ser su deuda externa neta tan solo del 5% del valor de su PIB.

De hecho, tal y como se indicaba al principio, en algunos casos puede suceder, incluso, que los derechos de cobro externos superen a las obligaciones de pago externas, como por ejemplo en Alemania o Luxemburgo, donde sus respectivas “deudas externas netas” consignaron en el año 2015 valores negativos del -9,6% e incluso -2.278,9%, según datos de Eurostat.

En el polo opuesto del ranking, la deuda externa de los países del sur europeo, alcanzan tal y como se puede observar en el mapa, algunas de las cifras positivas más elevadas, destacando los casos de Grecia o España, con el 138,8% y 92,9% de sus respectivos PIB.

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