Las cajas de ahorro se caracterizaron en España por ser verdaderas entidades de crédito. Eran capaces de movilizar el ahorro hacia proyectos de inversión dirigidos a toda la sociedad. La llamada obra beneficio-social de las cajas de ahorro se convirtió en un elemento diferenciador. La maximización de su beneficio no se encontraba destinada a retribuir las inversiones de capital, sino a asegurar la consecución de otras finalidades.

Las cajas, sin embargo, carecían de un perfil jurídico institucional bien definido. Las comunidades autónomas aprobaron normativa de desarrollo en virtud de las competencias adquiridas con la descentralización de la organización territorial del estado. Durante el boom inmobiliario, la gestión de las mismas fue acusada de poco profesional y politizada. Con el crecimiento de su negocio, surgieron dificultades para su capitalización. Todo esto provocó la necesidad de reformas serias y profundas.

Se potenció la bancarización de las cajas de ahorro. Ésta ya venía exigiéndose desde la Unión Europea. Era un intento de homogeneizar y eliminar las diferencias entre los regímenes que sobre las entidades de crédito existían en los distintos países miembros.

En 2010, momento en el que existían 45 cajas de ahorros, se inició un proceso de concentración y reestructuración del sector. Con la excepción de dos, el resto de las cajas desapareció o se transformaron en fundaciones de distinto tipo. Desde Octubre de 2018 quedan 8 entidades bancarias (ABANCA, Bankia, Caixabank, Cajasur Banco, Ibercaja Banco, Kutxabank, Liberbank y Unicaja Banco) que surgieron tras el traspaso de la actividad financiera a entidades bancarias creadas para tal efecto.

La estructura en la que se transformaron las cajas fue, principalmente, de fundaciones bancarias. Éstas pasan a ser accionistas de bancos, a través de los que se realiza la actividad crediticia.

De esta manera, se permite que los bancos en los que se transformaron las cajas se puedan capitalizar. Pero el control del banco sigue estando en manos de una fundación. Se podría decir que se ha semi-bancarizado a las cajas. Los vicios que aquejaban anteriormente las cajas pueden seguir latentes en las nuevas estructuras.

Así, por ejemplo, el principal accionista de Caixabank, con el 45,3% de las acciones, es La Fundación Bancaria La Caixa. Ésta también posee, entre otras, el 24,40% de Gas Natural Fenosa, el 19% de Abertis y el 5,90% de Suez.

Otro aspecto dudoso de estas estructuras es quién es el propietario final de la misma. La Fundación Bancaria La Caixa nació con capital fundacional de 5.868 millones de euros, pero ¿quiénes son los propietarios finales de este capital?

También queda en el aire cuál es la política de dividendos de estas entidades. Cuando Caixabank distribuye dividendos, ¿los recibe la Fundación?

La Fundación Bancaria La Caixa es una fundación bancaria sin ánimo de lucro. Sin embargo, en 2016 destinó 228 millones a obra social de un patrimonio de 17.000 millones. Es una cantidad bastante menor.

De lo que no cabe duda es de que las estructuras societarias de las “nuevas cajas” son complejas y difíciles de entender. Llama la atención los nombres con los que han sido creados algunos de estos “nuevos bancos”: Caixabank, Kutxabank, UnicajaBanco. ¿Son cajas o son bancos?

La claridad y transparencia debería reinar en este tipo de organizaciones. Éstas eran públicas, y si se han privatizado, como se presupone si se han convertido en bancos, las arcas del estado deberían haber ingresado unas cantidades considerables.

En definitiva, se debe combinar la transparencia con la efectividad del sistema bancario, si no queremos encontrarnos con nuevos sustos como los que vivimos en el año 2008.