Artículo escrito por Francisco Rogelio López, profesor de Geografía e Historia
Hubo un tiempo mítico en el que los humanos (y quizás las bestias) hablaban la misma lengua lo cual les reportaba grandes beneficios económicos, comerciales, pero sobre todo constructivos.
Según Moisés, la burbuja inmobiliaria estuvo en pleno apogeo en Babel hasta que Dios la pinchó de una manera ingeniosa y diríase que moderna: interceptando su sistema de comunicaciones, destruyendo el mensaje, confundiendo a emisor y receptor, y preparando un follón de mil demonios. ¡A tope de crisis!
Unos siglos más tarde, concretamente en 2012, una encuesta sobre hábitos de lectura y compra de libros en España y en Cataluña hizo, entre otras, la siguiente pregunta: ¿Cuál es el idioma del último libro (no de texto) que usted ha comprado?
En España, el 88,3% respondió que el castellano, el 5,5% que el catalán/valenciano, el 3,1% que el inglés, el 2% que el francés…
En Cataluña, el 71,4% respondió que el castellano, el 23,3% que el catalán, el 3,5% que el inglés…
Hoy día, ni los humanos (ni quizás las bestias) hablan casi nunca la misma lengua. Se trata de un hecho constatado, al menos por lo que se refiere a los humanos. Ciertamente Dios hizo un buen trabajo. ¡Kikirikí!