La economía española va a dejar de ser rescatada. Y quien dice la economía española, dice la economía a secas, el sector financiero a secas, España a secas, o lo que demonios quiera uno proponer, siempre y cuando sea: “a secas”.

Pero que nadie se equivoque; cualquier lector de este blog de economía sabe que lo único que durante todo este tiempo ha sido “a secas” ha sido un efecto de escalofrío y de terror que vino prometiendo un objetivo  purificador.

Un mecanismo tenebroso y seductor que, en lugar de ser accionado por necesidad, se puso en práctica para impedir alcanzar lo único que en honor de su naturaleza conceptual cabía esperar: sanar.

Hablamos del rescate.

Y ahora, ¡oh!, ¡magia! nadie podrá volver a ver el rastro de aquella tormentosa invención, por mucho que todavía exista alguien que aún sea capaz de ignorar lo incongruente y desolador que resulta unir las palabras “rescate” y “remate”. Aunque eso ya da igual. El trabajo está hecho. El número de ilusionismo general está a punto de finalizar.

Porque, de la misma manera por la que hace ya mucho tiempo que en este blog sabemos que existen democracias -aparentemente perfectas- en cuyo sistema ciertas jerarquías minoritarias dominan a la amplia mayoría de la sociedad (regla 20/80), desde hace mucho tiempo más conocemos que existen individuos cuya voluntad es regida por un número indefinido de “fuerzas” en pugna por controlar su volición personal.

De la fortaleza y la debilidad depende el orden lógico y gramatical de todo aquello que bien puede comenzar por “todo es verdad”,  en lugar de por “todo es mentira”, seguido por la coletilla “y sólo soy un traidor más”.