Son las grandes fortunas las que eligen las circunscripciones fiscales donde tributar.

Son los fabricantes de automóviles los que eligen la cantidad de partículas y emisiones con que contaminar.

Son las encuestas -y sus concienzudos diseños- las que eligen los resultados y sus combinaciones de tipo electoral.

Son las manos limpias las que eligen a los jueces condenados por prevaricar.

Son las patronales las que eligen las cifras de paro y salarios del mercado laboral.

Son las máximas autoridades las que eligen ostentar niveles mínimos de responsabilidad.

Son los incrementos o los decrementos de precios los que eligen nuestro poder adquisitivo.

Son los espectáculos y la religión los que eligen el techo de conciencia crítica en la sociedad.

Son las instituciones familiares las que eligen cómo deben educar los maestros en la escuela.

Son las empresas transnacionales las que eligen cuándo llega la hora de deslocalizar.

Son los servicios secretos los que eligen métodos indiscriminados de espionaje.

Son los altos cargos de defensa los que eligen explotar sus intereses particulares en la industria armamentística.

Son los refugiados sirios, dicen, los que eligen el mejor destino europeo que les sea posible.

Son los bancos los que eligen cuánto crecerá o decrecerá la economía el año que viene (y todos los demás).

Son los profesionales sanitarios los que eligen qué esmero dedicar a lo público y a lo privado.

Son los principales medios de comunicación los que elegirán la próxima noticia.