El PP y el PSOE no volverán a gobernar España. La corrupción desaparecerá y la precariedad no rememorará sino una lista de conceptos económicos desfasados. Las políticas se diseñarán para beneficiar a la mayoría social. No existirán privilegios inmerecidos ni clases ni élites dominantes. El bipartidismo dejará de constituir el único y restrictivo eje articulador de la democracia. Se actualizará y renovará profundamente el sistema educativo. Las generaciones presentes y futuras contarán con avanzadas escalas de valores. El sistema económico se situará al servicio de la comunidad. El medio ambiente será respetado y se reducirán los alarmantes niveles de contaminación. Vivienda y trabajo serán verdaderos derechos constitucionales. La banca perderá su posición de dominio y deberá afrontar por sí misma el coste de sus activos tóxicos. Los jóvenes contarán con oportunidades de trabajo en su propio país: España. A partir de cadenas de transmisión efectiva de conocimiento, serán iniciados y formados por trabajadores veteranos y expertos. Las tasas de paro juvenil situadas en el entorno del 60% formarán parte de compendios económico-estadísticos ya olvidados. La inculcación de valores religiosos no será obligatoria ni necesaria en las escuelas. Se fomentará, por el contrario, el pensamiento libre, creativo y filosófico. Habrá inversión en investigación y desarrollo y sus rendimientos revertirán en toda la sociedad, sin exclusión. Agua, energía y recursos naturales serán bienes públicos provistos por empresas públicas. La cultura alcanzará otra dimensión. Se recordarán con vergüenza y pudor el infinito número de horas perdidas ante una inefable programación de televisión. Y ya no soplarán vientos frescos de ninguna clase de corrupción.